jueves, 3 de junio de 2010

Tallando manzanas.

No me gustan demasiado las manzanas. No me gustan si no son ácidas. No me gustan si no “crujen” al morder. No me gustan si no son Granny Smith.
Ella lo sabía. Se acordó de mi. Me pareció muy simpática la situación.
-Toma, llévate una, se que te gustan.- Sonrió mi tía, con la gran manzana en la mano.
Era verde, verde y reluciente. Podíamos haber sido las protagonistas
de un cuento para niños. De uno de esos de cartón que nos leían cuando no sabíamos leer. De esos que hacía tanto tiempo que no me leían.
Cuando llegué a casa la dejé en mi habitación. No tenía hambre, no me apetecía. Hoy, meses más tarde, vuelve a llamar mi atención. Parecía ser la misma, como si el tiempo no hubiera pasado. Sí, su piel seguía siendo verde. Transmitía esa sensación de fortaleza, ahí seguía, intacta. Esa sensación se difuminó cuando la puse en mis
manos. Notaba como había tomado una textura diferente. Se había convertido en una de las manzanas que odiaba comer. Aún así, no quería deshacerme de ella tan pronto.
¿Qué hacer?
-No pienso comerme eso. – Le dije exaltada a mi padre, que me observaba con impaciencia.
Curiosa estampa aquella. Hace unos meses hubiera disfrutado con tu sabor. Hoy, ¿qué puedes ofrecerme?
Mis ojos, como platos, no se apartaron de dicha fruta. Como “por arte de
magia” mis manos empezaron a acariciarla. Sabía que algo bueno, o medianamente aceptable, nacería de esa fruta casi putrefacta.
Armada con un cuchillo y un pela patatas miré fijamente a la manzana.
-No te dolerá. – Pensé en voz alta mientras sonreía.
Una sonrisa casi maníaca que me acompañó durante toda la transformación. No duró más de 30 minutos.
Llevaba meses abandonada en esa leja. Materia orgánica en descomp
osición. No entendía porqué nunca la tiré a la basura. Ahora lo entiendo. Su destino eran mis manos. Su destino era, tarde o temprano, transformarse en ese rostro. Ese fue el momento adecuado.
Como el imaginero con la madera, el pintor con el lienzo, el poeta con el papel. Así me sentía yo, creadora.


Si, nació de la tierra, pero volvió a nacer de mis manos.

4 comentarios:

  1. makiavelica sonrisa :P

    ResponderEliminar
  2. ^^ me encanta la manzana ^^

    por cierto yo tamnbien tengo blog ^^

    ResponderEliminar
  3. Te felicito, has logrado hacerme sentir un terror considerable al mentar el cuchillo y la sonrisa.

    Creo que me había imaginado que la manzana simbolizaba un hombre, no sé por qué...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Al describir la escena dándole un ambiente de terror psicológico... dejo mucho a la imaginación de quien lo lee. Puedes montarte una historia en tu cabeza mientras lees y, al final, sigue siendo tan sólo un relato inocente :) La imaginación, en ocasiones, juega "malas" pasadas. Muchas gracias por comentar, aunque yo haya respondido bastante tarde. (Cosas de mi inutilidad para las tecnologías.) :D

      Eliminar