viernes, 9 de octubre de 2009

Reflexiones de un objeto inanimado.

Felicidades, tiempo. Estás cumpliendo tu legado.
Cada día la capa de polvo que soporta mi estructura se hace más, y más pesada.
Hoy, como de costumbre, la aguja grande del reloj ha llegado al fin al número 4. Hace rato que va por el 5, y enseguida alcanzará el 6.

- ¿Es capaz mi monotonía de abrumar el alma de las personas? ¿Y si alguna vez yo fuí motivo de evasión monotemática de alguien? - grité en mi propia soledad, mientras escuchaba el tic-tac en la oscuridad más remota de la paciencia.

- ¡Qué preguntas! - exclamó una voz dulce a la vez que soltaba carcajadas por doquier.

¡Un momento! ¿Y mi monotonía? ¿Quién osa romper mi monotonía? Esto no entraba en mis planes, ¡no!

Silencio. Mis emociones reviven. ¿Dónde dejé olvidados los se
ntimientos? Esto es imposible. Un objeto inanimado jamás sonrie, ¡y mucho menos se deshace en carcajadas!

- Un objeto inanimado jamás sonríe, ¡y mucho menos se deshace en carcajadas! - me sorprendí pensando en voz alta.
- ¿Un objeto inanimado? ¡No puedo creer que aún hay quien piensa de esa manera! Chaval, ¿dónde enterraste tus ilusiones? - y aún seguía presa de sus risotadas.

En mi interior, miles de sentimientos, de dudas, de ilusiones, comenzaban a luchar por salir de mis adentros. Hacía décadas que no
sentía algo más que pura monotonía.

¿Quién es ella? Ella, la que despertó la vida de un
objeto inanimado.

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